1.Contexto.
Los movimientos sociales y ecologistas lo llevan advirtiendo desde hace décadas: la cultura de la producción y el consumo de nuestra sociedad no consideran las limitaciones del planeta que habitamos . Es decir, se desarrollan en contra de la sostenibilidad de vida, obviando que las personas vivimos en un medio natural del que dependemos para nuestra subsistencia, así como dependemos las unas de las otras, como denuncian desde las posturas ecofeministas.
Comenzando el 2021 la situación no sólo no ha mejorado sino que se ha cronificado. Por ello, más que nunca necesitamos acciones directas para abordar el cambio de paradigma que nuestro planeta agonizante, sumido en una grave crisis climática, sanitaria y social sin precedentes, nos está pidiendo a gritos.
Desde un enfoque energético, la coctelera del problema no admite un ingrediente más. El sector de la edificación es altamente contaminante (el 90% de la edificación es deficiente en materia de eficiencia energética y confort térmico), el precio de la luz y del gas se disparan en el momento de mayor necesidad, la pobreza energética sigue en constante aumento (con más de 7.000 muertes anuales directamente relacionadas con esta problemática) y la gestión de los residuos que se generan en nuestros hogares no se aborda de manera integral y responsable.
A todo ello, añadimos un contexto urbano y social gravemente dañado y mermado, en el que los espacio públicos y de socialización son insuficientes y están enfocados al consumo, sin responder a las necesidades que demanda una sociedad cada vez más diversa y compleja.
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